El chico que se comió el universo

Ficha técnica
Título: El chico que se comió el universo
Autor: Trent Dalton
Editorial: Harper Collins Ibérica (Narrativa)
Nº de páginas: 478

SINOPSIS

Brisbane, 1985: un padre desaparecido, un hermano mudo, una madre drogadicta, un padrastro traficante de heroína y un canguro delincuente. La vida de Eli Bell ya era bastante complicada. Solo intentaba seguir su instinto y entender lo que significa ser un buen hombre, pero el destino no paraba de ponerle trabas; entre otras, Tytus Broz, legendario traficante de drogas de Brisbane.
Pero la vida de Eli iba a ponerse mucho más dura: estaba a punto de conocer al padre a quien no recordaba, colarse en la cárcel de Boggo Road el día de Navidad para rescatar a su madre, y enfrentarse con los criminales que destrozaron su mundo y enamorarse de la chica de sus sueños. Una historia de fraternidad, de amor verdader y de amistades improbables. 

¡Hola! Hoy os traigo la reseña de El chico que se comió el universo, una novela que prometía ser una lectura de esas necesarias, preciosas y tiernas que siempre me hacen reflexionar, pero lamentablemente, para mí, se ha quedado en el intento. 

Esta novela nos presenta una trama bastante singular, nos presenta a Eli Bell, un adolescente que tiene un hermano, August, que no habla desde que su padre los dejó, viven con su madre y con su padrastro, Tytus Broz, un traficante de drogas peligroso que pone muy nervioso a Eli. El protagonista tratará por todos los medios de buscar la manera de ser un hombre bueno en el futuro, a pesar de hallarse en una situación nada buena y que le impulsaría todo el tiempo a delinquir y a ser un chico malo. Pero Eli se resiste, su tenacidad le hace sobrevivir a toda esta situación. Eli parece que tiene todo bajo control, pero aún le pasarán más desgracias que harán tambalear los cimientos de una vida llena de penurias. 

No os contaré más del argumento para no dar lugar a posibles spoilers, pero básicamente la trama se basa en un chico que lleva una vida demasiado desordenada, con una familia atípica y llena de problemas, y nos hace ver que de cualquier situación se puede salir si se tiene esperanza y perseverancia. La premisa pintaba una novela muy emocionante y, aunque en las primeras cien páginas fue así, luego todo empezó a volverse repetitivo, perdí el hilo de la trama en varias ocasiones y no supe a ciencia cierta por qué estaban pasando las cosas. 

La pluma del autor ha sido, en gran medida, mi problema con esta novela. No me ha gustado su manera de contar la historia y todo se volvía confuso, no sabía en algunos momentos lo que estaba sucediendo y tenía que releer pasajes para situarme de nuevo, me hacía perder el hilo. La ambientación casi nunca me ha quedado clara salvo que viven en Brisbane y algunas descripciones de la casa donde viven Eli, August y compañía. Como digo, el autor utiliza una narración rebuscada, liosa y bastante densa. Al principio me gustó y pensé que el libro iba a ir por otro camino. 

Los personajes me han gustado bastante, sobre todo Eli, es un personaje muy marcado y tiene un papel protagonista rotundo. Aún así, hay cosas de su personaje en las que el autor no ha profundizado, no ha perfilado bien al personaje, al punto de que al principio de la novela creí que era un niño de unos diez años y más adelante me percaté de que es un adolescente. 

"Fue August quien me enseñó a fijarme en los detalles, a interpretar una cara, a obtener toda la información posible del lenguaje no verbal, a extraer expresiones, conversaciones e historias de cualquier objeto mudo que tenemos ante nuestros ojos, de las cosas que nos hablan sin hablarnos. Fue August quien me enseñó que no siempre había que escuchar. A veces solo había que mirar". 

El personaje de August es el que más me ha gustado después de Eli, y en él no he observado cosas mal explicadas ni confusas, es un personaje especial, de esos que sientes que te enseñan cosas aunque apenas intervenga en los diálogos (dado que no habla). Eli va contándonos poco a poco todas las cosas que ha aprendido de su hermano, y todo lo bonito que hay en la vida cuando dejamos de hablar demasiado y nos centramos en observar, en escuchar. Es un personaje que apenas tiene incidencia directa en el desarrollo de la trama, está ahí pero no ocasiona ni protagoniza los sucesos de la novela, sino que el autor se apoya en él para explicar la personalidad de Eli y su fortaleza, haciendo que sea un pilar para el protagonista y que aprenda a sobrevivir a esa dura vida que le ha tocado. 

La narración es en primera persona desde el único punto de vista de Eli, en tiempo presente. Aunque me ha gustado que la historia la contase él, eché en falta conocer un poco más a algún personaje secundario, apenas pude conocer nada a la madre de Eli, ni al padre ni a un otro hermano mayor que tiene, Lyle. 

En general ha sido un libro que me ha decepcionado, pero que tiene un protagonista que me ha hecho reflexionar en algunas ocasiones y una trama que merece la pena, aunque el autor, en mi opinión, no haya sabido aprovecharla. 

"No eres un cobarde. No te avergüences nunca de llorar. Lloras porque te importa. No te avergüences nunca de que te importen las cosas. A muchas personas en este mundo les da miedo llorar porque les da miedo que las cosas les importen".

"-Hay una gran diferencia entre mentirle a un niño y no contarle algo por su propio bien. 

-No hay diferencia entre mentir y no decir, Slim. Ambas cosas son una mierda". 

"-¿Sabes de lo que me he dado cuenta durante todo el tiempo que he tenido la boca cerrada?

-¿De qué?

-La mayoría de las cosas que la gente dice no hace falta decirlas".

"No me interesan tanto los delitos como la gente que los comete".

En definitiva, El chico que se comió el universo es una novela con mucho potencial, pero mal desarrollada. La pluma del autor no he sabido comprenderla ni me ha llegado la historia, a pesar de ser una trama dura, llena de dolor y reflexiva. A pesar de esto, se lee bien, es ágil y tiene bastante simbología, sobre todo en los diálogos entre Eli, Lyle y August. 

Mi puntuación

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3/5